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de Adriana Genta
Estrella negra
de Adriana Genta
OCTUBRE DE 1911. INTERIOR DE UNA CASONA
COLONIAL MONTEVIDEANA. LA NEGRA ESTRELLA SE MIRA AL ESPEJO MIENTRAS LE DA DE
MAMAR AL HIJO. HACE CARAS. ENSAYA SONRISAS Y BESOS.
ESTRELLA : Diosa del baile, del carnaval, princesa
del Rosario, reina de San Benito y de San Baltasar. ¿Sabe, chubito?: voy a
volver a ser soberana. Cuando se le desarrolle un poco más la vista, va a ver
qué linda es su madre. Si hasta parezco una señora, acá sentada. Me ponen así:
unos brocatos, un canapé, una alfombrita a los pies, una seda sobre el cuerpo y
una joya discreta y ya está: no le desmerezco en ningún salón. (SIN DEJAR DE
AMAMANTAR BEBE AGUARDIENTE) Para darle un poco más de gusto a la leche,
m'hijito... ¿Vio? Ahora chupa mejor. Como su padre... prendido a lo que
viniera: teta, pipa, botellón... Hasta que vino una goleta, se prendió a la
vela y adiós. Cuando desarrolle más el entendimiento le voy a contar cómo era
su padre. Y el desgraciado se va a revolcar esté donde esté de tan mal que lo
voy a nombrar. Ya me decía mi madre con razón: "Estrella, ese hombre es
muy blanco, no es para usted... La va a pasar mal". (VUELVE A BEBER) Si ni
madre tuviste, ¿qué hablás? No, madre no, pero padre sí y qué padre. De su
abuelo puede estar orgulloso, chubito. Un hombre de verdad. Tan macho que podía
hacer hijos con la baba. Así nací yo: escupió la tierra y alcanzó. Cuando
volvió por allí, al tiempo, me encontró ya hecha: chiquita y boqueando.
"Qué pena que sea hembra", dijo. ¡Mentira! Eso lo digo yo. A él no le
alcanzaban los ojos para mirarme. (FRENTE A SU PROPIA IMAGEN EN EL ESPEJO,
MIENTRAS SE LE INTERPONE UN REPENTINO RECUERDO) Como me miró el coronel me
miraba él. Con esos ojos de llegar hasta el fondo. (SE QUEDA ENSIMISMADA FRENTE
AL ESPEJO. EL HIJO DEJA DE CHUPAR Y ELLA QUEDA CON EL PECHO DESCUBIERTO,
CONTEMPLANDO SU DESNUDEZ. EL NIÑO ERUCTA Y ELLA VUELVE A LA REALIDAD) Eso,
m'hijito. Eructe con ganas y bien fuerte. ( SE LO ACOMODA SOBRE EL HOMBRO Y LO
PALMEA) Haga todo el barullo que quiera que para eso estamos solos y vaya a
saber por cuánto tiempo. Métales ruido nomás que ahora no hay quien lo haga
callar. (PRUEBA EL SONIDO EN EL ESPACIO) ¡Callar! ¡Callar! ¡Callar! ¿Oye cómo
rebota mi voz contra las paredes? Parece más grande la casa así tan sola. Si me
viera el ama: sentada en su canapé y mirándome en su espejo. Espejo maula.
Empachado de tanto feo has de estar. Ahora sí que te ves bonito: conmigo y con
el chubo pintados sobre tu cara fría. (CONTEMPLA SU IMAGEN DETENIDAMENTE.
ENSAYA POSES.DEJA AL NIÑO Y MIRA TODO SU CUERPO REFLEJADO) Así, así como estoy
ahora andaba cuando me encontraron los sitiadores. Puede ser que más
descolorida la cara por el susto. ¡Ah! Y la mantilla llevaba. Así... (SE PONE
LA MANTILLA CUBRIENDOSE LA CABEZA Y LOS HOMBROS) Así me llevaron hasta el
campamento. "Ahora me pasan a degüello y me dejan guacho al chubito",
pensaba yo. "La encontramos merodeando" dijo el soldado a un hombre
de a caballo. Y en el medio del terror me vino un coraje... Me abrí la mantilla
y dije: "¿A ver? ¡Mátenme de una vez!" ¡No! No dije así. Dije:
"Maten a una madre... ¿a ver? ¡Maten!" Entonces levanté la cabeza y
lo vi a él. Tenía fija la vista en mi pecho. Y cuando el soldado preguntó:
"¿Qué hacemos, don José?" ahí me enteré de que el jinete era Artigas.
Y Artigas, después de un rato, me sacó la vista del pecho y me la plantó sobre
los ojos y yo me quedé mirándolo porque nunca nadie me había mirado así.
"Vuelva adentro de las murallas. Y no salga más por estos campos. Son
parajes peligrosos". "¿No va a apresarme?" "No tomamos
prisioneras a las mujeres". ¡Atienda la delicadeza, chusito!
"dama" dijo. Tenía la voz fuerte, de tambor bien templado. Yo le
comprendí en seguida su belleza y su sentimiento. Me mandaba de vuelta a la
ciudad para protegerme, pero yo veía en sus ojos la invitación...
"¡Coronel! Tómeme a su cuidado. Me paso a su bando. Me hago insurgente.
Puedo cocinarle y lavarle y coserle la ropa. Ni tiene que molestarse por la
paga: me va a alcanzar con su protección y su mirada". Todo eso iba a
decirle a Artigas, pero se me empezó a desbordar la leche y me chorreaba por el
cuerpo y por las manos. Y me acordé de usted, chubo, que estaba aquí adentro de
la ciudad. ¡En mala hora te parí! Cuando encuentro un hombre de verdad y estoy
a punto de cambiar de vida usted me viene a arruinar la fiesta. ¿Y qué ganó?
Ahora nos vamos a morir los dos acá adentro... de soledad nos vamos a morir, de
tristeza y después de hambre... que si no llegan más barcos no va a haber ni
tasajo para comer. Y si yo no como usted no mama. ¡Se lo aviso! ¿Qué voy a
hacer con usted, cuando se acabe lo que dejaron los amos? ¡Ojalá me lo mate un
cañonazo! Así se me termina la mala suerte que usted me trae. Y que yo me quede
sola de verdad. Menos trabajo. ¿Para qué lo quiero? ¿Para que me ande vaciando
todo el día el cuerpo? ¿Para que me estropee el momento en que iba a cambiar de
vida? Pasar a ser criada... ¡del coronel! Con las pocas ocasiones que tiene su
madre y por su culpa se le pierde esta. ¿Se da cuenta? Iba a quedarme al cuidado
de un hombre bonito y valiente. Y ahí sí... que viniera alguien a ponerme una
mano encima: iba a saltar Artigas para defenderme. Y yo, agradecida, sonriendo,
ofreciéndole lo que a él más le gusta: mis pechos. (SE TOCA LOS SENOS Y
DESCUBRE QUE DE UNO LE ESTA SALIENDO LECHE) ¡Otra vez la leche! ¡Otra vez! Es
que me vació de un solo lado. Venga a emparejar, desgraciado; termine lo que
empezó. (LO PONE A MAMAR) Si se viera ahora... pura trompa. Mire, le voy a
decir la verdad: usted no me trajo mala suerte. Ya un poco tenía de antes.
Aunque antes, eso sí, era más esperanzada. Pero desde que nació usted o desde
que empezó esta guerra -que es lo mismo-, ando muy desorientada. No, no, no
pare de chupar, no se me ofenda, siga; que cuando usted chupa yo pienso mejor.
Antes no me preocupaba por lo que iba a venir después. Porque ya se sabía. Sólo
tenía que esperar: mientras fregaba de mañana, esperaba el almuerzo; durante la
tarde, la noche para descanzar. Durante la semana esperaba el baile del
domingo; y durante el año, los días de San Benito, de San Baltasar, de la
Virgen del Rosario... Y esperaba sin desconfianza porque sabía que todo iba a
llegar: la comida, el descanso y la fiesta. Y en cambio ahora... fíjese: las
fiestas las prohibieron, la comida ya es poca y va a volver a faltar y el
descanso, ¿para qué quiero descansar si ya ni trabajo? Chubito, esa es mi
preocupación y mi tristeza: ¿qué va a pasar? ¿Qué vamos a hacer nosotros ahora?
¿Quedarnos acá solitos así como nos dejaron? ¿Qué nos queda para esperar? ¿Que
se acabe la guerra y regresen los amos y todo vuelva a ser como antes? Esa
esperanza ya no me alcanza. Porque lo tengo a usted será... O porque lo conocí
al coronel y desde entonces no paro de soñarlo de día y de noche. Ya ni
coronel: ahora lo sueño general. El va adelante y atrás lleva una larga
precesión de gentes, caballos y carretas. Yo voy de reina con mi vestido de
fiesta de guardar, mi mantilla y mi prendedor. El se da vuelta y me mira. Me
mira y me mira como sólo él sabe mirar... ¡Chubo! ¿Y si nos vamos con él? Usted
y yo, juntos. ¿Por qué no? Si pude una vez cruzar la muralla, puedo dos.
Dejamos todo. Adiós la casa, adiós los amos, adiós Montevideo. Nos escapamos y
nos vamos para siempre con Artigas. Busco el campamento. Si lo encontré una vez,
lo encuentro dos. ¿Le gustaría, chubo? Yo con Artigas y usted, crecidito,
corriendo por allí con la chiquilinada. Mucha gente, mucho chuberío había en el
campamento... no vamos a sentirnos solos. ¿Lo hacemos, chubito? ¿Nos vamos? ¿Le
da miedo? ¡A mí sí! ¡Un miedo y unas ganas...! Se lo juro por San Benito y San
Baltasar y por la Virgen del Rosario que nos vamos (SE OYE UN RUIDO DESDE EL
PATIO. ESTRELLA SE ESTREMECE) ¿Quién anda ahí? ¡Conteste! Mire que llamo a los
hombres de la casa... ¡Benito! ¡Baltasar! Mire que estoy armada y le meto un
trabucazo. (ESTRELLA ENTREABBRE LA PUERTA Y SE CUELA RAPIDAMENTE UN GATO NEGRO)
¡Gato maldito! Andar asustando así a la gente de paz. ¡Fuera de acá! ¡Fuera!
¡Fuera, mal bicho! (LO PATEA CON FUERZA Y CIERRA LA PUERTA) Chubito, ese gato
apareció justo cuando estaba nombrando a la Virgen del Rosario... ¿No me lo
habrá mandado ella? ¿No será una señal de los tiempos y yo la eché a patadas?
¿Y si era el maligno y ahora se retiró ofendido? ¡Virgen del Rosario! ¡Señora
mía! Usted que es mujer y madre sola como yo, ¡atiéndame! Escuche mis ruegos.
Muéstreme el camino del bien que estoy muy confundida. Mire que la confusión
propicia al maligno. Deme una señal, madre, para que sepa que usted está
conmigo. Dígame que es buena acción irme con el chubo al campamento de Artigas.
Una señal, señora. No me deje esperar aquí sola. (EMPIEZA A DETECTAR UN OLOR EN
EL AIRE) ¿Es usted, Virgen Santa? ¿Huelo bien? ¡sí! ¡La siento! Es usted la que
se me mete por la nariz dentro de mi cuerpo. Es el olor de su santidad que se
me desparrama por el corazón y la cabeza. ¡Chubo!, la Virgen está con nosotros.
¡Nos vamos! Nos vamos con el coronel. Nos van a recibir con los brazos
abiertos. Artigas nos va hacer entrar en el cuartel. Y yo voy a ocuparme para
siempre de sus cosas. Voy a tenderle la cama... con las sábanas bordadas que me
lleve de la niña Consuelo y unas bolsitas de lavanda para perfumarle la ropa. Y
voy a quedarme al lado, esperando que él mande sobre mí lo que quiera mandar y
lo que yo quiero que él mande. Estrella negra sobre las sábanas blancas y sobre
ella el coronel que pronto va a llegar a general. El peso del general. La boca
del general. El cuerpo de Artigas... Virgen santa... ¡el general!
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