Un análisis detallado de cincuenta películas que dejaron una huella profunda en el género visionario por excelencia.
Esta lista está confeccionada a partir de la suma de todos nuestros criterios, como es habitual en nuestra página madre,
donde tenemos por costumbre elegir las mejores películas de cada género
cinematográfico, año o nacionalidad. En esta sección nos encargaremos
de ir analizando y comentando todas esas listas.
Vamos allá, pues, con las que a nuestro
juicio son las mejores películas de ciencia ficción de todos los
tiempos. Estos son los resultados:
1. Blade Runner (Ridley Scott, 1982)
Con Eldon Tyrell aprendimos que la luz
que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Pero el
paso de los años demostró, pese a todo, que hay luces que están hechas
para resplandecer eternamente, incluso cuando brillaron tenues en sus
comienzos. Es el caso de Blade Runner, profunda y conmovedora
película que fue ignorada en el momento de su estreno y que hoy alcanza
la categoría de mito contemporáneo. Ridley Scott nos presenta un futuro
siempre nocturno y lluvioso, donde el humo, las luces de neón y las
calles abarrotadas de gente dan cuerpo a una atmósfera cálida y
opresiva, intensamente reforzada por la hermosa partitura de Vangelis.
La historia de un grupo de replicantes que lucha por obtener respuesta a
todas sus dudas existenciales y por alcanzar la libertad que les fue
arrebatada en el momento de su creación sirve como base para un discurso
en el que podemos reconocer todo tipo de ecos filosóficos y literarios,
de Platón a Raymond Chandler, de Nietzsche al Moderno Prometeo.
Bienvenido a Los Ángeles, 2019. Bienvenido a la obra cumbre de ciencia
ficción de todos los tiempos.
2. 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968)
¿Cómo condensar la historia de la
humanidad en 140 minutos de metraje, desde el nacimiento de la
inteligencia hasta la futura evolución a un estadio superior? Kubrick
halló la respuesta en tres elementos: el montaje cinematográfico, un
hueso y una nave espacial. La elipsis más grande de la historia del cine
nos llevó de la primera herramienta utilizada por el ser humano a la
más sofisticada, del amanecer del hombre a los misterios que se esconden
en Júpiter y más allá del infinito. Mecidos por El Danubio Azul de Strauss y aterrados por el Requiem
de Ligeti, los espectadores asistimos a una función donde música e
imagen se fusionan en una experiencia estética sin precedentes. El
enfrentamiento entre hombre y máquina, los límites de la inteligencia
como dadora de entidad, el papel del ser humano en el universo, el
eterno retorno… La densidad de ideas latente en esta obra de arte
absoluta es casi inabarcable. Por eso 2001 es una película
inmortal y nunca faltarán amantes del cine que queden boquiabiertos ante
el enmudecimiento de HAL o el viaje de Bowman a través de la estrellas.
3. Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979)
El cine de Andrei Tarkovsky es complejo,
poliédrico, plurisignificativo y, por encima de todo, formalmente
exquisito. Adentrarse en sus películas es perderse en un mundo regido
por sus propias normas, que rehúye los convencionalismos y reflexiona
sobre lo esencial, lo vital, lo sagrado y lo profano. En esta película
acompañamos a un stalker en su visita a La Zona, un lugar donde, como en
el cine del director, nada es lo que parece y donde te resultará muy
difícil adivinar a qué lado de la línea que separa tus deseos más
fervientes de tus más profundos miedos te encuentras. Mientras Tarkovsky
esculpe el tiempo en cada secuencia nosotros quedamos atrapados, de por
vida, en sus potentísimas imágenes.
4. Metrópolis (Fritz Lang, 1927)
El cine mudo también dio sus frutos en
el terreno de la ciencia ficción y el que luego sería uno de los
maestros innegables del cine negro, Fritz Lang, filmó en 1927 una de sus
primeras obras maestras. Su esposa, Thea von Harbou, escribió un guion
de dudoso trasfondo moral que incitaba al conformismo y la resignación
ante la opresión que los débiles sufrían por parte del poder
establecido, pero en el arte lo que verdaderamente importa es la lucidez
con que la forma se convierte en el vehículo adecuado para la expresión
de unas inquietudes, estemos más o menos de acuerdo con ellas. Y, en
ese sentido, esta es una de las obras más visionarias de la que quizá
sea la etapa más decisiva de la historia del séptimo arte. Adéntrate en
la metrópolis y observa a una Brigitte Helm como nunca antes la habías
visto.
5. El muelle (La Jetée) (Chris Marker, 1962)
Chris Marker siempre ha sido un autor
con voz propia que ha encontrado en el cine el medio idóneo para
disertar sobre los temas que más le preocupan: la memoria, el recuerdo,
la identidad, el paso del tiempo. En La Jetée encontramos uno
de sus primeros y más exitosos experimentos fílmicos: un mediometraje
que no adquiere la ilusión del movimiento, un despliegue de fotogramas
que se sucede con cadencia melodiosa ante la fascinada mirada del
espectador, una lánguida voz en off que cuenta la historia de un hombre
que desea encontrarse a sí mismo a través del tiempo. Y, por si fuera
poco, con el amor como telón de fondo vertebrando esta inolvidable
–nunca mejor dicho- reflexión sobre el poder de la memoria.
6. El increíble hombre menguante (Jack Arnold, 1957)
Si la ciencia ficción conoció una etapa
de apogeo en el siglo pasado esa fue, sin duda, la década de los 50.
Infinidad de producciones de bajo presupuesto vieron la luz en aquellos
años, pero sólo las que brillaron con luz propia, logrando hacer de la
necesidad virtud, marcaron las pautas del género y pasaron a la
posteridad. En El increíble hombre menguante, película que recoge el testigo de la interesantísima Muñecos infernales
(Tod Browning, 1936), se dieron cita el talento de Jack Arnold, cuya
imaginativa puesta en escena permitió plasmar con total credibilidad los
más inusuales pasajes del guion, y la ingeniosa pluma de Richard
Matheson, que adaptó su propia novela con una solvencia fuera de toda
duda y aprovechó la sencilla premisa argumental para reflexionar sobre
temas de gran calado existencial.
7. El planeta salvaje (René Laloux, 1973)
La primera incursión de una película
animada en la lista alcanza nada menos que el séptimo lugar. El director
francés René Laloux nos brindó una propuesta exótica, preciosista,
única, de animación discreta pero tremendamente imaginativa. Alegoría
sobre la convivencia entre distintas razas y culturas, plantea los
problemas de la intolerancia, la opresión y el instinto de supervivencia
en situaciones adversas. El diseño de los Draags, de los escenarios
naturales y de las distintas criaturas que habitan el planeta Ygam harán
las delicias de los aficionados al buen cine de animación.
8. La guerra de las galaxias. Episodio V: El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980)
Si hiciésemos una encuesta para
determinar cuál es la saga cinematográfica de ciencia ficción por
excelencia sospecho que Star Wars ganaría por goleada a todas sus
competidoras. Lo que no está tan claro es, dentro del universo creado
por George Lucas, qué película goza de mayor popularidad. La mayoría de
listas especializadas hablan de Una nueva esperanza como el punto álgido, pero son innumerables los seguidores que prefieren su secuela directa: El imperio contraataca,
película con uno de los giros de guion más famosos de la historia y que
presenta por vez primera a uno de los personajes más emblemáticos de la
saga, Yoda. Polémicas al margen, esta entrega mantiene el listón y
sigue desarrollando todas las historias que ya habían conseguido
cautivarnos en la primera parte. El mito continúa y se hace, como Luke
Skywalker, cada vez más fuerte y legendario…
9. Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979)
Bordeando la frontera difusa que existe
entre el terror de primera clase y la mejor ciencia ficción se halla el
clásico esencial sobre la lucha del ser humano contra una criatura
alienígena. Antes de pasar a los anales de la historia cinematográfica
con Blade Runner, Ridley Scott sorprendió al mundo entero con
una película exquisitamente ambientada que cuenta la historia de un
peculiar pasajero non grato a bordo de la nave comercial
Nostromo. El aterrizaje en el planeta desconocido, la primera aparición
del alien, la evolución de la criatura a lo largo de distintas fases o
la revelación de la verdadera identidad de cierto personaje son solo
algunos de los grandes atractivos argumentales de una película que sigue
fascinando hoy tanto como el primer día. No lo dudes, súbete a bordo.
Pero recuerda: «En el espacio nadie puede oír tus gritos…».
10. Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006)
En la línea de las mejores distopías
futuristas, Alfonso Cuarón nos presenta un desolador mundo en el que el
ser humano agoniza al borde de la extinción. La raza envejece y,
misteriosamente, ha perdido la capacidad de crear descendencia. Sin la
posibilidad de dar a luz a una nueva generación que tome el relevo, el
descubrimiento de una mujer que ha quedado embarazada generará un
terrible conflicto de intereses entre distintas facciones. Película que
deja una agridulce sensación en el paladar, apoyada en una ambientación
del todo verosímil y en unos intérpretes en estado de gracia
(sensacional, como siempre, la ecléctica Julianne Moore, entre otros
tantos), toda una sorpresa del año 2006 que ha logrado por méritos
propios colarse en el top 10, por delante de muchos clásicos
consolidados del género. No tardes en comprobar por qué.
11. La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956)
Años 50. Estados Unidos. El macarthismo
da sus últimos coletazos cuando Don Siegel estrena esta impagable obra
de ciencia ficción con envoltorio de cine negro, máximo exponente del
esplendor que alcanzó el género en su época dorada. Su inquietante
argumento –en una pequeña localidad, algunos habitantes empiezan a
comportarse de forma extraña y apática, como si hubiesen sido
suplantados por réplicas sin personalidad– goza de una deliberada
ambigüedad que ofrece aún hoy innumerables lecturas. ¿Es un alegato
feroz contra la caza de brujas, la pérdida de identidad del individuo y
la alienación de una sociedad paranoica que veía traidores en todas
partes? ¿O es, por el contrario, una alegoría que trata de advertirnos
de la intrusión subrepticia del enemigo en las filas aliadas? Todo
depende del cristal con que se mire. Si consigue cautivarte, no olvides
revisar a continuación el magnífico remake dirigido por Philip Kaufman
en 1978.
12. Donnie Darko (Richard Kelly, 2001)
El director Richard Kelly presentó en el
año 2001 una película fuera de lo común que se convirtió, gracias al
boca a boca y la rápida difusión a través de diversos medios, en una
obra de culto instantánea. La historia de un chico llamado Donnie que
sufre unas extrañas visiones en las que un conejo humanoide gigante le
avisa sobre el inminente fin del mundo se va complicado, con cada giro
de guion explícito o sugerido, hasta que su argumento resulta
prácticamente incomprensible en un primer visionado. Después de ver la
película, conceptos como universo tangencial, artefacto, receptor vivo, agujero de gusano y paradoja de predestinación
se convertirán en verdaderas obsesiones para el espectador activo y
pasarán a formar parte de un interesante puzle cuyas piezas irán
encajando en las sucesivas revisiones del film.
13. La cosa (El enigma de otro mundo) (John Carpenter, 1982)
H.
P. Lovecraft lo dejó muy claro: «La emoción más antigua y más intensa
de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los
miedos es el miedo a lo desconocido». John Carpenter, maestro
indiscutible del terror moderno, debió de tener en cuenta esta premisa
cuando filmó una de las cimas más altas de su carrera cinematográfica,
la adaptación del relato de John W. Campbell Who goes there?,
en el cual un equipo de investigadores que trabaja en una estación
experimental de la Antártida queda aislado con un ente alienígena capaz
de imitar cualquier forma animal o humana con la que entre en contacto.
Este hecho provoca una constante sensación de paranoia en todos los
personajes, que no pueden dejar de preguntarse: ¿es mi compañero un
monstruo? (duda fácilmente extrapolable a nuestra realidad cotidiana).
Carpenter logra un ejercicio de estilo frío como la nieve que todo lo
cubre, inquietante como la propia partitura de Morricone, perturbador
como su magistral desenlace.
14. La guerra de las galaxias. Episodio IV: Una nueva esperanza (George Lucas, 1977)
Corría el año 1977 cuando nació la
película de ciencia ficción más famosa y legendaria de todos los
tiempos. De la mente de un joven visionario nació un universo fantástico
que estaría destinado a crear legiones de seguidores en el mundo
entero. En esta primera entrega, la mítica, la original, vivimos con
auténtico fervor las aventuras de un grupo de rebeldes que luchaba por
rescatar a la princesa Leia, destruir la Estrella de la Muerte y
restaurar la República en una época de oscuridad impuesta por el Imperio
Galáctico. El eterno dilema entre el lado luminoso y el lado oscuro de
la fuerza, la progresiva conversión de ese humilde chico de Tatooine en
un caballero Jedi, la carismática presencia de Han Solo y su inseparable
amigo Chewbacca, los sables láser, el enfrentamiento entre Obi-Wan y
Darth Vader… Todo adquiere la dimensión de la leyenda. Y esto era solo
el principio.
15. Terminator 2: el juicio final (James Cameron, 1991)
Volvemos
a encontrarnos con una secuela que ha conseguido mejor posición en la
lista que su predecesora. El gran acierto de James Cameron –cuando su
nombre aún era garantía de calidad- fue dar una vuelta de tuerca a la
primera entrega y convertir al que otrora fuera el archienemigo más
implacable de Sarah Connor, el T-800, en su principal aliado. Pero
Skynet no se rinde y ahora envía a través del tiempo a un nuevo
prototipo de metal líquido, capaz de moldear su cuerpo a voluntad, para
asesinar al futuro líder de La resistencia: John Connor, en el presente
un chaval cínico y rebelde que terminará desarrollando un fuerte vínculo
de amistad con el ciborg encargado de proteger su vida (a ver quién
aguanta el desenlace en la fundición sin conmoverse). Geniales dosis de
humor («¡Tenía que pasar en mi turno!»), el You could be mine
de Guns N’ Roses y unos efectos especiales impresionantes que crearon
época terminan de redondear una función prácticamente perfecta.
16. El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960)
La mera imagen de un grupo de niños
albinos, de miradas gélidas, expresión adusta, todos vestidos muy
elegantes y coordinados en el habla y los movimientos es, ya de por sí,
muy inquietante. Y de esa idea se nutre este clásico de Wolf Rilla, una
de las películas que sirvió de clausura a la etapa dorada del género
tras el auge de los años 50. Un buen día, todos los habitantes de un
apacible pueblo caen profundamente dormidos y, al despertar, muchas de
las mujeres quedan repentinamente embarazadas. Nueve meses después,
comienza la pesadilla de unos adultos que tendrán que lidiar contra unos
críos de extraordinaria inteligencia y habilidades sobrenaturales.
Ciencia ficción discreta, elegante y bien dosificada, con el placer
añadido de ver a George Sanders en su mejor época.
17. WALL-E (Andrew Stanton, 2008)
A estas alturas a nadie se le escapa que
Pixar es sinónimo indiscutible de calidad cinematográfica. La tenacidad
con que la compañía se ha empeñado en otorgar un lugar de honor a un
género comúnmente considerado infantil ha dado sus frutos, y en parte
gracias a ello hoy muchos adultos han comprendido que cuando el cine
rezuma calidad no importa en absoluto el cauce formal elegido. WALL-E es una película de ciencia ficción plagada de homenajes (no podían faltar las referencias a 2001)
que no carece de personalidad propia: ya deja una fuerte huella en el
terreno de la animación al prescindir de la palabra y confiar a la
narración estrictamente visual la primera media hora de metraje. Así es
como la aventura de un pequeño robot diseñado para limpiar la basura de
la faz de la Tierra (devastada y terriblemente contaminada en el año
2700) que se embarca en un viaje espacial con una nueva compañera robot
llamada EVE fue objeto del aplauso unánime de crítica y público desde el
mismo día de su estreno.
18. En el Globo Plateado (Andrzej Zulawski, 1987)
El director polaco Andrzej Zulawski ha
tenido una trayectoria cinematográfica heterogénea e irregular,
despertando con sus extravagantes películas tantos odios como pasiones.
Por encima de todas ellas, probablemente, destaca esta fábula filosófica
de atmósfera enajenada, espectacular diseño de producción y marcado
carácter teatral, en la que el cineasta despliega todo su talento visual
para ofrecernos una obra única en su especie, un delirio intenso y
extenso que proporciona una experiencia casi psicodélica al espectador.
La historia de un grupo de astronautas que llega a un planeta
desconocido en el que nace una nueva civilización sirve a Zulawski para
reflexionar sobre cuestiones sociales, religiosas y metafísicas. Ayuda a
la consagración del mito su condición de película maldita, pues el
gobierno polaco obligó a parar el rodaje en 1977 y destruir el material
fílmico grabado. Afortunadamente, gran parte del negativo pudo salvarse y
una década después el director logró presentar un montaje a partir del
material existente, añadiendo una voz en off para suplir los vacíos
narrativos en las partes mutiladas del film.
19. Matrix (Andy Wachowski & Lana Wachowski, 1999)
A finales del siglo XX vio la luz un
proyecto largamente acariciado por los hermanos Wachowski que funcionó
como un verdadero soplo de aire fresco para el género. Matrix
necesitaba, por su propia naturaleza estética, a un protagonista gris,
anodino y acartonado para representar al héroe posmoderno de la era
actual de la informática y las telecomunicaciones, por lo que por una
vez la elección de Keanu Reeves fue un gran acierto de casting. Medio
mundo quedó boquiabierto ante unos asombrosos efectos especiales que se
integraban con total naturalidad en una interesantísima trama de corte
cyberpunk, destacando por encima de todo la famosa técnica del bullet time
que permitía congelar la acción mientras la cámara seguía girando
alrededor de cualquier elemento de la escena. Por otra parte, la falta
de memoria histórica (o de conocimiento del género) de muchos
espectadores favoreció la ilusión de novedad absoluta, cuando Matrix
es, ante todo, un pastiche de excelente factura: podría definirse como
una revisión platónica de varias teorías filosóficas pasada por el
filtro de películas anteriores como Dark City o Ghost in the Shell.
20. Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995)
Adelantándose en posición a Akira
(película con la que mantiene una suerte de rivalidad implícita por
alcanzar la condición de referente máximo de la ciencia ficción animada
nipona de todos los tiempos) aparece Ghost in the Shell, la obra maestra futurista de Mamoru Oshii (quien ya nos había demostrado su talento en la magnífica Angel’s Egg en 1985) basada en el popular manga de Masamune Shirow. Las influencias literarias (Neuromante, William Gibson, 1984) y cinematográficas (Blade Runner)
son aprovechadas con mucha habilidad por el director no solo a la hora
de plasmar en imágenes el oscuro, denso y sombrío mundo de la gran urbe
donde se desarrolla la historia, sino también (y especialmente) a la
hora de reflexionar sobre los límites de la interacción entre el ser
humano y la tecnología, cada vez más difusos en un futuro cercano en el
que el hombre y la máquina han alcanzado un nivel de interdependencia
física y mental tan elevado que ya es imposible discernir dónde empieza
lo uno y termina lo otro. La auténtica esencia del cyberpunk late en
este thriller visionario que se ha ganado por derecho propio la
calificación de obra de culto.
21. Brazil (Terry Gilliam, 1985)
El que fuese uno de los miembros más
aclamados del grupo cómico Monty Python, Terry Gilliam, se encargó de
filmar a mediados de los ochenta una distopía tragicómica sobre el poder
coercitivo de una sociedad gris, burocrática y deshumanizadora que
anula por completo la personalidad de los individuos que la integran y
que se encarga de eliminar a toda facción que dé muestras de
inconformismo contra el sistema establecido. Indiscutiblemente, la
sombra de George Orwell es alargada, aunque si tuviésemos que aplicar un
adjetivo al universo creado por Gilliam sería, desde luego, kafkiano.
El surrealismo y la deformación paródica de la realidad impregnan esta
historia que nos habla sobre la lucha del individuo contra la maquinaria
estatal, la importancia capital de la libertad de pensamiento y el
poder redentor de la imaginación (incluso cuando esta deviene, por
necesidad, en locura).
22. Solaris (Andrei Tarkovsky, 1972)
La segunda incursión del venerado
cineasta Andrei Tarkovsky en nuestra lista viene de la mano de la que,
probablemente, sea su obra más conocida. Basada en la novela del
escritor polaco Stanislaw Lem, la película toma como pretexto la
exploración espacial de lugares remotos para ahondar en la naturaleza
oculta del ser humano. La historia gira en torno a un grupo de
científicos que entra en contacto con Solaris, un enorme océano dotado
de inteligencia con capacidad para bucear en los rincones más oscuros de
la psique humana y proyectar físicamente sus miedos, recuerdos y
pulsiones más profundos (las semejanzas con Stalker saltan a la vista). Mucho se ha comentado acerca de la relación implícita de esta película con el 2001
de Stanley Kubrick, pero lo cierto es que son obras que reflejan la
mirada de artistas con inquietudes estéticas y temáticas casi opuestas y
que, por tanto, deben ser disfrutadas de forma independiente.
23. El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968)
Será producto de un siniestro cruce de
azares, pero el año 1968 aún tendría hueco para otra película de ciencia
ficción protagonizada por monos. Solo que estos ya venían educados de
casa y no necesitaban de ningún monolito que los iluminara. La historia
de un grupo de astronautas que llega a un planeta desconocido gobernado
por simios inteligentes no solo es un formidable entretenimiento de
principio a fin (y ojo con ese fin, uno de los más populares de la
historia del cine: afortunado el que se disponga a ver la película sin
conocerlo de antemano), sino también una interesante reflexión sobre
multitud de cuestiones morales, socioculturales y políticas que se
desprende de la difícil convivencia entre ambas razas. Por si fuera
poco, Schaffner plaga su película de detalles sutiles (atención a la
imagen adjunta) que enriquecen enormemente su puesta en escena y su
discurso, logrando así que el espectador se sienta invitado a tener una
participación mucho más activa. El éxito del film propició secuelas,
precuelas, remakes y hasta series de televisión, pero ninguno alcanzó la
gloria del original.
24. Videodrome (David Cronenberg, 1983)
La obra maestra definitiva de David
Cronenberg es una malsana y perversa aproximación al tema de la
esclavitud creciente a la que tiende el hombre en relación a la
tecnología, el consumismo indiscriminado y los medios masivos de
comunicación. Videodrome nos advierte sobre los peligros de una
sociedad corrompida por el poder de la imagen, donde el morbo generado
por la violencia más gratuita y los apetitos lascivos más bajos termina
subyugando al individuo y creando en él una adicción enfermiza hasta el
punto en que puede llevarlo, como en el caso de Max Renn
(inconmensurable James Woods), a la paranoia. Cronenberg filma su
propuesta más visceral, monstruosa y carnal, en un sentido moral pero
también físico, en la que asistimos a la progresiva conversión del
cuerpo humano en núcleo de una metamorfosis hacia lo tecnificado y lo
grotesco (consecuencia última de formar parte de esta degradada sociedad
del espectáculo en que vivimos). Aún resuena en nuestras cabezas, ahora
más que nunca, aquel grito de guerra: ¡Larga vida a la Nueva Carne!
25. Planeta prohibido (Fred M. Wilcox, 1956)
¿Alguien recuerda aquel estribillo que decía: «See androids fighting Brad and Janet, Anne Francis stars in Forbidden Planet…»?
Yo no podría olvidarlo: fue, entre otras muchas cosas, mi primer
contacto con la película de Fred M. Wilcox. La última de esta lista, por
cierto, que actúa como representante de aquella década de los cincuenta
en que el cine de ciencia ficción sirvió como espejo de las tensiones y
los conflictos que vivía por aquel entonces la sociedad norteamericana:
obras tan icónicas como El enigma de otro mundo (Nyby, 1951), Ultimátum a la Tierra (Wise, 1951) y La guerra de los mundos
(Haskin, 1953) se han quedado en el tintero. Son muchas las razones por
las que merece la pena adentrarse en los límites del planeta prohibido:
por su revisión en clave fantástica de La tempestad de
Shakespeare, por ver a un Leslie Nielsen precómico haciendo de galán,
por Robby el robot, por su ingenuo argumento de filiación freudiana
sobre los demonios del inconsciente, por los efectos especiales cortesía
de la Disney… y sobre todo, cómo no, por los famosos modelitos de una
Anne Francis que consiguió escandalizar al mundo entero con sus
minifaldas.
26. Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985)
¿Sabes lo que es un DeLorean? ¿Has oído
hablar alguna vez del condensador de fluzo? ¿Te suena de algo el nombre
de Marty McFly? Si es así, probablemente creciste viendo la que para
muchos es la fusión perfecta de dos géneros tan aparentemente lejanos
como la comedia adolescente y la ciencia ficción: Regreso al futuro.
La historia de un chico que viaja tres décadas atrás en el tiempo y
altera el pasado al evitar accidentalmente el primer encuentro amoroso
de sus padres (viéndose así en la obligación de reconducir los hechos
para que todo vuelva a su cauce y asegurar su propio nacimiento y el de
sus hermanos en el futuro) cautivó a crítica y público en uno de los
mayores éxitos de taquilla de la época. Hoy en día todos tendríamos en
cuenta el consejo que el abuelo Simpson dio a Homer el día de su boda
(«Si alguna vez viajas atrás en el tiempo, procura no tocar nada, porque
hasta el más mínimo cambio puede alterar el futuro de una forma
inimaginable»), pero Marty tuvo que aprenderlo por sus propios medios en
esta icónica película de los 80 que aún sigue conservando todo su
encanto.
27. Akira (Katsuhiro Ôtomo, 1988)
Condensar un manga tan denso y extenso
como el de Katsuhiro Ôtomo en un solo largometraje de unas dos horas de
duración era una tarea francamente complicada. Pese a las inevitables
diferencias argumentales respecto a la obra original (la película se
estrenó cinco años antes de la conclusión del cómic), Akira se
erigió en el panorama cinematográfico con voz propia y se acabó
constituyendo como una obra absolutamente referencial de la ciencia
ficción animada para adultos, además de abrir las fronteras a todo el
mercado de la animación japonesa que tendría su auge en la década
siguiente. Ambientada en un futuro distópico, año 2019 (¿os suena?), en
la ciudad de Neo-Tokio (levantada tras la destrucción de la capital
japonesa durante una Tercera Guerra Mundial), la película nos cuenta la
historia de un muchacho llamado Tetsuo que está llamado a cambiar el
curso de la historia. Un film críptico, inabarcable y complejo, al que
conviene acercarse más de una vez para conseguir que la perplejidad
inicial dé paso a la fascinación y poder de ese modo disfrutarlo en su
plenitud.
28. Moon (Duncan Jones, 2009)
En el año 2009 el cineasta Duncan Jones sorprendió a propios y extraños con una película, Moon,
que triunfó en numerosos festivales y fue difundida por los círculos de
cine independiente. El hijo del ínclito David Bowie nos narró una
aventura espacial escrita con un fuerte sentido de la intriga y el
misterio que, envuelta por una inquietante y gélida atmósfera, sin
apenas recurrir al uso de efectos especiales, conseguía mantenerte
atrapado durante todo el metraje. Los ecos de películas clave del género
resuenan con fuerza –2001, Solaris– pero Jones logra
realizar, con esta obra aparentemente tan modesta y poco ambiciosa, una
de las propuestas más personales y auténticas que el género ha visto en
años. Ni siquiera importa que la resolución de la intriga principal
pueda ser algo previsible o que haya ciertas lagunas argumentales
difíciles de justificar: Moon es una película que te involucra y
te hace vivir sensaciones intensas, que te lleva de la mano por su
fascinante mundo y no te suelta hasta que aparecen los créditos finales.
Merece la pena entrar en su juego y darle la oportunidad que sin duda
merece.
29. Cube (Vincenzo Natali, 1997)
Al despertar siete personas una mañana,
tras un sueño intranquilo, encontráronse encerradas en un monstruoso
cubo gigante de compleja estructura laberíntica llena de trampas
mortales… ¿Kafkiano, verdad? Pues esa es la premisa argumental de la que
parte Cube, un film desquiciado, claustrofóbico y absorbente,
que juega a romper las leyes de la lógica convencional para adentrarnos
en un universo propio, marcado por la dimensión de lo simbólico, donde
todo es posible. La historia de supervivencia de un grupo de extraños
personajes en este lugar imposible da lugar a un ejercicio de suspense y
terror originalísimo y muy personal, que podrá disfrutar tanto el
espectador simplemente cautivado por la intriga y la resolución de los
continuos puzles como aquel que, además, sea capaz de hacer una lectura
profunda sobre el funcionamiento de las relaciones humanas, los grupos
sociales y las vicisitudes de la vida. Tengamos o no en cuenta el
carácter alegórico de la propuesta, de lo que no hay duda es de que su
condición de película de culto está más que justificada.
30. Viaje a la Luna (Georges Méliès, 1902)
En toda lista que se precie no puede
faltar nunca la obra de los pioneros. George Méliès, el mago del cine,
uno de los primeros visionarios de la historia del séptimo arte, es el
autor de este cortometraje que, en apenas un cuarto de hora, nos regala
un despliegue de imaginación visual y fantástica puesta en escena, un
prodigio de inventiva que goza del impagable sentido de la maravilla y
que toma forma a través de la ya clásica historia de un grupo de
astronautas que viajan a la Luna en su deseo por conocer lo que hay más
allá de la estrellas. El film está lleno de momentos memorables (¿quién
puede evitar esbozar una sonrisa ante la mera idea de una raza de
selenitas que se convierten en humo a base de paraguazos?), pero sobre
todos ellos se erige esa imagen del astro lunar antropomórfico con la
cápsula espacial incrustada en uno de sus ojos, icono de gran fuerza
plástica que nos retrotrae al punto cero de la ciencia ficción
cinematográfica, al primer grano de arena de una inmensa montaña que no
ha dejado de crecer, de sorprendernos y de fascinarnos desde aquel
mágico inicio hace más de cien años.
31. La mosca (David Cronenberg, 1986)
La segunda aparición de David Cronenberg en nuestra lista viene asociada a su clásico más popular: La mosca,
una nueva versión del clásico de Kurt Neumann de 1958 del mismo nombre
en el que un científico sufría mutaciones físicas tras probar una
máquina encargada de teletransportar su cuerpo de un lugar a otro
(mediante un proceso de desintegración y posterior reintegración de la
materia) en la que se colaba accidentalmente una mosca. Frente a la
candidez del film original, Cronenberg ahonda en la degradación física y
moral de un hombre que va perdiendo su humanidad a pasos agigantados,
en un proceso de transformación que es mostrado con todo lujo de
detalles y al que el espectador asiste con una mezcla de horror y
fascinación malsana. Una película viscosa y oscura, que nos habla de
nuestras pulsiones e instintos más profundos a través del perfecto
vehículo que ofrece la ciencia ficción, magníficamente realizada y con
una dirección artística brillante.
32. Terminator (James Cameron, 1984)
Y por fin nos topamos con el mítico
origen de una de las sagas más importantes que ha alumbrado el género en
las últimas décadas. Terminator fue la obra con la que James
Cameron dio a conocer su talento al mundo, en un momento en el que le
bastaba un presupuesto moderado para dar forma a sus fantásticas ideas: a
base de maquetas, juegos de luces, técnicas como el stop motion
y otros recursos discretos pero tremendamente efectivos y de gran valía
artesanal, fue capaz de crear todo un universo propio, hermoso y
sombrío, que alternaba imágenes de un futuro apocalíptico con otras de
un presente en el que se libraría la primera batalla entre la raza
humana y las máquinas que más tarde se rebelarían contra nosotros. La
película dosifica con gran acierto las tensísimas escenas de acción y
añade momentos dramáticos que nos implican en la historia hasta el punto
de que finalmente vivimos la huida constante de Sarah Connor y Kyle
Reese como si estuviésemos luchando junto a ellos por la supervivencia
de nuestra raza. Una banda sonora de altura y el papel por el que
Schwarzenegger sería siempre recordado ponen el broche de oro a este
inolvidable film.
33. Doce monos (Terry Gilliam, 1995)
Basado en esa pequeña joya experimental llamada La jetée (Chris Marker, 1962), Doce monos es
una historia de estética cyberpunk conducida por la batuta lisérgica
del «ex Monty Python» Terry Gilliam que cuenta los avatares de un hombre
que es enviado al mismo momento del pasado una y otra vez por un
extravagante grupo de científicos en busca de un antídoto contra el
virus que ha provocado la más brutal de las epidemias. Oscura y
enrevesada, con destacables interpretaciones claramente dotadas
del «sello Gilliam» a cargo de Bruce Willis, Madeleine Stowe y Brad Pitt
y una trama repleta de pequeñas pistas a modo de rompecabezas y giros
de guion hasta el último segundo, este hito de los noventa consagró a
Gilliam, quien ya había facturado títulos tan destacados como Brazil (1985) y El rey pescador (1991), como un autor portentoso, irregular, único e insobornable.
34. Gattaca (Andrew Niccol, 1997)
Una sociedad dividida en castas, con un
nacimiento definido mediante decantación genética y generado por
tratamientos in vitro. Más de uno al escuchar este inicio pensará
automáticamente en clásicos literarios como Aldous Huxley y su Un mundo feliz, y sí es cierto que Gattaca,
como tantas otras obras, bebe de dichas fuentes y su presentación es
tan aséptica, fría y distante como la obra del escritor inglés,
posteriormente el relato se humaniza (o se ablanda, como prefieran)
sobre todo con esa relación entre el descastado (pero válido) Ethan
Hawke y el elitista (convertido en inválido) Jude Law, que del quid pro
quo inicial derivará en algo parecido a la amistad. Una película
interesante quizás lastrada por cierto esteticismo y por la indefinición
entre la frialdad aparente y sus concesiones al sentimentalismo.
35. Nausicaa del valle del viento (Hayao Miyazaki, 1984)
Hayao Miyazaki no es sólo el mayor referente de la
animación japonesa en las dos últimas décadas, también es cabeza
visible, así lo afirman sus obras, de un ecologismo no agresor que
recupere la perdida unión del hombre con la naturaleza. Defensor de la
mujer (sus protagonistas son casi siempre heroínas), de los derechos del
débil frente al fuerte, fascinado por el afán de volar, quizás sea Nausicaa
la obra que resume y aglutina todas sus obsesiones temáticas y formales
de una manera más completa, lo hace a través de la historia de una
princesa de un pequeño reino que intentará salvar un mundo tambaleante
refrenando sus impulsos autodestructivos, recuperando la conexión del
planeta con los seres que lo habitan. Nausicaa es, en definitiva, la primera pieza de un engranaje que alcanzará su perfección con una absoluta obra maestra llamada El viaje de Chihiro.
36. Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999)
En Cómo ser John Malkovich los
límites entre la fantasía y la cotidianeidad más anodina vienen
marcados por un elemento clave, el metacine, y es que John Cusack
encuentra el camino para introducirse en John Malkovich, el propio actor
interpretándose a sí mismo, y así, sin que nos demos cuenta, el relato
se sumerge en la fantasía partiendo de un elemento de realidad, sólo así
el espectador no tiene en cuenta el desvarío o las situaciones ilógicas
que preñan el relato y que no es necesario explicar, sólo importa que
por un túnel llegamos a la cabeza de John Malkovich… y eso mola. En
resumen, no es tanto una obra arriesgada, que lo es, como un ejercicio
brutal de fantasía bien escondida y disimulada… Y es que el señor
Charlie Kaufman tiene mucho de mago metalingüístico.
37. 28 días después (Danny Boyle, 2002)
28 días después se convirtió en
una película de culto desde su estreno en el año 2002. La cinta, de un
Danny Boyle que venía de arrastrar un par de fracasos desde el éxito de Trainspotting,
muestra un Londres desértico, apocalíptico y rebosante de desolación en
toda su extensión. Con una atmósfera inquietante y turbadora, 28 días después
supuso un soplo de aire fresco al género de zombies, con una propuesta
innovadora que no se limita a mostrarnos escenas de susto fácil, sino
que ahonda más allá de la moralidad de un ser humano llevado al límite
de la angustia y la desesperación.
38. La guerra de las galaxias. Episodio VI: El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983)
Tal vez sea El retorno del Jedi una de esas
obras que merecen ser vistas con la perspectiva que da el paso del
tiempo y es que, si en su momento nos pareció la más floja de la
trilogía original de la saga galáctica, sin duda consigue resaltar por
encima de la tibieza que provocan los posteriores intentos de George
Lucas de dotar de un pasado a sus carismáticos personajes y, de paso,
llenarse los bolsillos. Así, pese a sus fallos, resulta una más que
digna oportunidad de asistir al enfrentamiento final entre Anakin y Luke
Skywalker, de resolver las cuitas entre Han Solo y la Princesa Leia, de
resolver de una vez el duelo entre la luz y la oscuridad e incluso de
perdernos en la lujuriosa vegetación de la luna de Endor de la mano de
sus peludos (y un poco ñoños) habitantes.
39. A Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006)
En A Scanner Darkly, Richard
Linklater realiza una (libre) adaptación de una novela de Philip K. Dick
del mismo nombre. Lo primero que llama la atención es el uso de la
rotoscopia, Linklater consigue con él aumentar el grado de paranoia al
que se ven sometidos los personajes del relato. A Scanner Darkly
puede pasar por una peli de drogas más de esas que gustan tanto a los
cinéfilos sin un motivo aparente, pero estamos ante la deshumanización
del hombre en cuerpo y alma (policías sin rostro vigilan todos los
actos). Una sociedad corrompida a todos los niveles y drogada, no sólo
por la propia droga que causa furor entre los personajes –prohibida,
pero fabricada por la propia sociedad en una espiral sin fin donde los
putos yonkis terminan por ser menos que personas–, sino también por ese
sistema opresivo en el que viven, que termina por destruirlos a todos y
convertirlos en la mínima expresión del ser humano. Un triunfo para la
sociedad, sin duda.
40. Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977)
Fue la década de los 70 aquella donde Spielberg empezó a demostrar que el talento corría por sus venas, y tras el éxito de Tiburón vino esa gran cinta llamada Encuentros en la tercera fase.
En ella, el cineasta judío sacaba a la palestra una de las temáticas
más recurrentes en su filmografía, la vida alienígena, pero explorando
en esta ocasión las dudas y obsesiones sobre si realmente existía.
Además, la alejaba de la serie B de los años cincuenta y proponía en
esta ocasión un encuentro mucho menos hostil entre ambas partes, dejando
en su haber secuencias impresionantes como la de la abducción, donde
ofrecía una magistral clase de dirección. Probablemente, una conclusión
excesivamente estirada y que no mantenía ese tono sutil del resto de
metraje, terminaba restando enteros a un film que, pese a todo ello,
pasaría con honores y por méritos propios a ser uno de los clásicos
ineludibles del género.
41. A.I. Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001)
Uno de los más destacables títulos que
nos ha dejado Steven Spielberg en lo que va de siglo es esta fascinante
historia de androides olvidados por la sociedad del futuro. Como Ridley
Scott (a través de un relato de Philip K. Dick) hizo con los replicantes
en la mítica Blade Runner (1982), la estrategia central de Inteligencia artificial consiste
en dotar de sentimientos a seres artificiales creados a imagen y
semejanza del ser humano. El film da pie a que el espectador empatice
con las tribulaciones que hostigan a esos seres creados por el hombre y a
que, asimismo, descubra su propia posición (no obstante, manipulado por
un discurso tendencioso, si bien justificado y satisfactorio) ante el
debate moral que el argumento (re)abre. Para unos, brillante y
conveniente, decepcionante y excesivo para otros, el final de la cinta,
en cualquier caso, evidencia aún más que no estábamos presenciando sino
una fábula pesadillesca sobre un niño diferente al resto que afronta un
obligado viaje iniciático en busca del conocimiento, pero, sobre todo,
en busca de, sencillamente, un poco de amor como cualquier otro niño.
42. Depredador (John McTiernan, 1987)
En medio de la selva de un país centroamericano
cualquiera un comando estadounidense se dirige a su misión, son los
mejores en su especialidad, son de una eficacia letal eliminando a sus
enemigos y nada queda vivo por donde ellos pasan, sin embargo algo les
contempla desde la espesura, les contempla y espera su momento… En la
década de los 80 una pléyade de directores redefinieron el cine de
acción y, entre ellos, John McTiernan fue uno de los más destacados con
dos obras incontestables, La jungla de cristal y la que nos ocupa, Depredador. Con
ella aprendimos que la criatura más letal del Universo no era ningún
alienígena mimetizado sino nuestro musculoso colega austriaco,
posteriormente también lo descubrirían los ciudadanos de California pero
eso, claro está, ya es otra historia.
43. Los Cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007)
Los cronocrímenes supuso el
debut como realizador de largometrajes de Nacho Vigalondo, en 2007, tras
varios éxitos con sus cortometrajes (nominado al Oscar en 2004 por 7:35 de la mañana).
El film nace de un sólido y original guion que se plasma de manera
eficiente en un film de planteamiento sencillo pero de enorme
complejidad en su desarrollo. Vigalondo aborda los viajes en el tiempo
de forma inusitada y novedosa, creando un film inteligente y manteniendo
la incertidumbre en todo su metraje. Sin duda, una ópera prima que
puede satisfacer, o no, al espectador, pero innegable es el deber de
concederle los elogios que se merece al director, por una película tan
valiente y singular como Los cronocrímenes.
44. Equilibrium (Kurt Wimmer, 2002)
Había arrancado el nuevo siglo con la resaca de Matrix,
y de las manos de un casi primerizo (había dirigido bastantes años
antes un inadvertido thriller de acción) Kurt Wimmer nos llegaba Equilibrium,
un film que bebía directamente de los códigos de aquella cinta firmada
por los Wachowski que, a la postre, revolucionaría la industria. Equilibrium por
su lado ni revolucionaba nada ni lo pretendía, simplemente constituía
un compendio de momentos y recursos ya usados y repateados en el cine de
ciencia ficción, pero que se amoldaban tan bien a la historia que
pretendía contar Wimmer que al final terminaban logrando un calado fuera
de lo común en un producto de esa índole, en especial gracias a una
buena interpretación de Christian Bale y a algunas decisiones del guion,
que no eran socavadas por mucho que llamativas secuencias de acción
copasen buena parte del metraje.
45. Minority Report (Steven Spielberg, 2002)
Es el año 2054 y los cuerpos de
seguridad han dado el avance definitivo para hacer frente a los
criminales, un cuerpo especial es capaz de predecir, utilizando una
combinación de técnica y energía psíquica, los asesinatos antes de que
tengan lugar, el método ideal para terminar con los homicidios… ¿o no?
No sabemos si Spielberg se vio influenciado para realizar esta película
por los atentados del 11 de septiembre de 2001 y los posteriores
recortes a los derechos individuales que originaron, pero no sería
extraño que este demócrata convencido respondiera a la Patriot act del
amigo W. con esta óscura fábula. Lo que sí lamentamos es que no se
atreviera a llevar hasta sus últimas consecuencias su magnífica
propuesta, perjudicada por la pertinaz tendencia del autor a las
resoluciones almibaradas y «para toda la familia».
46. Desafío total (Paul Verhoeven, 1990)
Unos años antes le habían abierto las puertas de Hollywood con Robocop,
y seguramente al recibir entre sus manos el guion que suponía la
adaptación de un texto de Philip K. Dick, Verhoeven no dudó un instante.
La cuestión era cómo un cuasi primerizo en USA llevaría a término un
proyecto de tales dimensiones, y el holandés no defraudó al componer un
film de ciencia ficción que se decantaba por el thriller de acción y que
ponía en liza ese humor gamberro tan suyo, complementado a la
perfección por un Schwarzenegger que firmaría uno de sus mejores
papeles. Si, además, dejaba algunas imágenes dignas de pasar al
imaginario colectivo, y concluía con una ambientación en tierras
marcianas de lo más imponente, pocas pegas se podían poner a Desafío total para que pasase a ser otra de esas películas que engrosan la lista de clásicos infravalorados que nadie debería perderse.
47. V de Vendetta (James McTeigue, 2006)
V de Vendetta tuvo que pagar un
duro peaje para pasar el filtro hollywoodiense, y se podría decir que
resulta algo cobarde y coja en relación a su material original, el cómic
de Alan Moore, sobre todo en las intenciones y motivaciones de su
(anti) héroe, pero si nos centramos sólo en ese aspecto olvidaríamos lo
bien que funciona como relato cinematográfico, la acertada construcción
de su anti-utópico mundo, su credibilidad o lo vibrante que resulta su
metraje, en definitiva, que uno acaba olvidando ciertas debilidades
cuando el espíritu original, aunque endulzado, sigue presente en el
relato o cuando contemplamos cómo la máscara de Hugo expresa mucho más
que docenas de rostros o muecas.
48. District 9 (Neill Blomkamp, 2009)
Alienígenas, racismo, experimentación,
Sudáfrica, moralidad social… y todo ello, mezclado (que no agitado, como
diría James Bond) en el primer largometraje de Neill Blomkamp, un falso
documental que narra cómo miles de extraterrestres son aislados del ser
humano y viven en condiciones infrahumanas. Distrito 9 supuso
una agradable sorpresa en referencia a las películas de extraterrestres,
con una sugerente y llamativa propuesta no exenta de tensión a lo largo
de sus casi dos horas de goce audiovisual. Uno de los aspectos fuertes
del film es el paralelismo moral que acaece alrededor de la segregación
alienígena en Johannesburgo (sí, donde ganamos el mundial), como ya tuvo
lugar, en la realidad, el pasado siglo con la discriminación de los
colonizadores ingleses y holandeses respecto a los habitantes de raza
negra.
49. Dark City (Alex Proyas, 1998)
Antes de Matrix ya existían los relatos
distópicos en los que la humanidad se ve sojuzgada por otros seres que
fuerzan a ésta a vivir en una realidad alternativa, en un mundo
construído como un engaño, Dark city de Alex Proyas es uno de estos ejemplos. Con una poderosa estética, deudora en cierto sentido de Blade runner y
que ofrecía una efectiva mixtura de noir y fantástico, contaba además
con la siempre atractiva presencia de Jennifer Connelly, Proyas
conseguía así firmar una estimulante propuesta que, tras El cuervo, nos
obligaba a seguir su carrera con sumo detalle, lástima que, como tantos
otros, terminara cayendo en las garras de acomodaticias producciones al
gusto del stablishment más adocenado y es que La muerte (artística)
sigue teniendo un precio.
50. Star Trek (J.J. Abrams, 2009)
La abultadísima horda de fans de la saga
suponía un peligroso escollo para la acogida de esta entrega de diseño
plenamente contemporáneo y con una distancia de siete años en relación a
su más próxima predecesora, Star Trek: Némesis (2002) y de muchísimos más en relación a la serie que inauguró la saga en pantalla, Star trek (1966). Sin embargo, pese a tratarse de una empresa peliaguda, J.J. Abrams, controvertido y adorado creador de la serie Lost (2004), supo lidiar con ella gracias a su notable y apasionada cinefilia (exhibida aún con más ímpetu en la muy reciente Super 8),
y ofreció un decente espectáculo de entretenimiento a partir de un
relativo respeto por los personajes y las características fundacionales
de la franquicia. Obviamente, no convenció, ni mucho menos, a todos los
fans, pero sí diseñó una digna entrega que dejó, en su estreno, buen
sabor de boca. Veremos cómo la trata el paso del tiempo.
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